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sábado, 8 de marzo de 2014

LA CRISIS REPERCUTE MAS SOBRE LAS MUJERES.

La crisis financiera y económica, que ha desembocado en una grave crisis social, está acentuando la desigualdad de género en el mundo del trabajo. La progresiva reducción del estado del bienestar conduce en muchas ocasiones a que sean las mujeres las que tiendan a asumir las funciones de cuidado de hijos y personas dependientes, tiende a precarizar el empleo femenino e incrementa la feminización de la pobreza (el 70% de las personas que viven en la pobreza son mujeres).

Al inicio de la crisis el paro se incrementó, sobre todo, entre los hombres, ya que se produjo en sectores muy masculinizados como la construcción o la industria (según la EPA, en el cuarto trimestre del 2008 aumentó un 92% el número de hombres parados respecto del año anterior, mientras que en el colectivo de mujeres aumentó un 45%). Posteriormente, a partir de 2010, se ha producido un cambio de tendencia, siendo superiores las tasas de aumento del paro femenino respecto del masculino (en 2010 un 11,2% frente a un 6,4% de aumento; en 2011 un 13,1% frente a un 11,6%; en 2012 un 14,7% frente a un 11,8% y en 2013 un 1% frente a una caída del 2,8% en el número de hombres parados).

La brecha salarial entre hombres y mujeres también se está agrandando con la crisis. La llamada “devaluación interna” o reducción de salarios está afectando en mayor medida a las mujeres trabajadoras.

España continúa retrocediendo en igualdad, según muestra el Informe sobre Desigualdad de Género que elabora anualmente el Fondo Económico Mundial. Del año 2011 al 2012 España retrocedió doce puestos en el ranking mundial; pasando de ser el decimocuarto país con mayor igualdad de género del mundo a ocupar la vigésimo sexta posición. En 2013 España vuelve a descender cuatro escalones más para situarse en el puesto número 30, muy lejos del puesto número diez que llegó a ocupar en 2007. Fundamentalmente debido al incremento significativo de la brecha salarial (con 17% de media) y al aumento del empleo femenino precario, temporal, a tiempo parcial o los denominados “mini jobs” destinados a mujeres con pretensión u obligación de conciliar.

En España, además, con unas tasas de formación universitaria femenina superiores al promedio europeo, la sobrecualificación es un denominador común en la empleabilidad efectiva de las mujeres.

Los resultados de aplicar la receta neoliberal están profundizando las desigualdades sociales de género. Las políticas de austeridad tienen efectos en el trabajo no remunerado, servicios que antes proveía el sector público públicos son ahora prestados por los propios hogares. Pero el incremento del tiempo invertido en la producción doméstica de tales servicios no se distribuye por igual entre mujeres y hombres. Cuando desaparecen o disminuyen los servicios públicos del cuidado, su gestión se asume por la malla de solidaridad familiar; malla que tejen fundamentalmente mujeres.

La crisis está reforzando la desigualdad de género y, en consecuencia, está realimentando la violencia de género y la vulnerabilidad de las mujeres. Sin embargo, la inversión destinada a políticas de igualdad se ha reducido un 35,6% en los Presupuestos Generales del Estado de 2013. Considerando que el origen de la violencia de género es, precisamente, la desigualdad de género, el pronóstico se presenta demoledor. Sobre todo cuando los recortes presupuestarios conviven con un contundente ataque contra las libertades de las mujeres que nada tiene que ver con el saneamiento de las finanzas públicas.

Las organizaciones comprometidas con la defensa de los derechos humanos, con la dignidad de las personas, deben considerar la desigualdad de género como un asunto prioritario de su compromiso. Las políticas de igualdad no son un asunto subsidiario y la violencia de género es un drama estructural, no puntual.
Mónica Melle Hernández,
Profesora Titular de Economía Financiera de la UCM y
miembro de Economistas Frente a la Crisis y de Foro ético

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