jueves, 26 de diciembre de 2013

Unas europeas incómodas

Apenas quedan cinco meses para las elecciones europeas. Serán los comicios más trascendentes para el futuro económico y social de España de entre los que se celebrarán en los próximos años. Si algo hemos aprendido con la crisis es que para bien o para mal las grandes decisiones sobre nuestro día a día se dictan en Bruselas, no en Madrid o en alguna capital de Comunidad Autónoma. Es además el más decisivo de los escrutinios para elegir buenos representantes en la Eurocámara que se recuerda en décadas, ante el más que previsible auge de antieuropeísmo, populismo y neofascismo, que se da por hecho ganarán peso en el próximo Parlamento. Pero sobre todo, son importantes porque ante un PP desatado con su mayoría absoluta, lanzado a aprovechar la impunidad que considera que tiene para recortar derechos y libertades, la única esperanza que le queda a nuestro país parece ser una fuerte reacción internacional que dé aire, cobertura y esperanza a quienes defienden en la calle lo que les roban desde La Moncloa. Más que un retiro dorado para algunos políticos en decadencia, Bruselas debe convertirse por lo tanto en ágora de debate de primer nivel sobre un más que necesario nuevo modelo cívico y social para Europa. Y más allá de tibias declaraciones, cabría esperar de las instituciones europeas un claro posicionamiento en defensa de las libertades y los derechos de sus ciudadanos, como marcan los tratados a los que deben obediencia.

Por eso sorprende que en España muy pocos parecen tomarse estas elecciones en serio. Nada se sabe aún de los nombres de los aspirantes a conformar la lista de elegidos para defender los intereses de los vapuleados ciudadanos a quienes representarán frente a un Consejo que ha marcado la senda austericida a nuestro país. Menos aún se habla de ideas, programas e intenciones, cuando el ciudadano necesita saber ya quién está de su parte y quién de la de las grandes fortunas, y cuáles son las innovadoras propuestas que les harán volver a creer en Europa y en los políticos. Por otro lado, hasta ahora solo EQUO ha parecido entender que la elección directa de sus aspirantes a eurodiputados a través de primarias es la única vía para conectar a sus bases y a los ciudadanos con la política europea. Del resto de partidos, nada se sabe. 
Parece pues haber una clara connivencia entre una mayoría de políticos para hacernos creer, obviamente de manera intencionada, que el Parlamento carece de la importancia que realmente tiene para frenar, si se quiere, este despropósito neocon, y para que pensemos que una vez más la batalla que se va a librar en la próxima eurolegislatura es la de populares contra socialistas, la de nórdicos contra mediterráneos, la de los centroeuropeos contra la de la vieja Europa. Mentira! La madre de todas las batallas, la que está por venir pero quieren evitar y esconder, tiene que ser la de diputados asumiendo su función de defensa de los intereses de los pueblos que, yendo de la mano de los ciudadanos, le paren los pies a una mayoría de Estados que hacen del neoliberalismo excluyente su bandera. Y para eso hacen falta eurodiputados no solo comprometidos sino también bien preparados, y ciudadanos que les apoyen y se involucren en la construcción de una Europa más social y ciudadana.

En medio se encuentra la Comisión Europea. La ideología de quien la dirija la marcarán los Estados, pero estará condicionada por ese Parlamento que todos votamos de manera directa. Será un actor clave que tendrá que elegir si desea estar con quienes quieren reconciliarse con la sociedad o con quienes, de la Europa ciudadana, ni saben ni contestan. 

Mientras donde rige el absolutismo mayoritario da descaradamente igual lo que el ciudadano reclame, parece que ciertas élites entienden que es mejor que pasen desapercibidos aquellos otros lares en los que las urnas pueden aún evitar desmanes despóticos mayores. Y en ambos casos, por haber comicios de por medio, lo llaman democracia, haciendo deliberadamente que pase inadvertido que por ésta no se entiende aquel sistema por el que un gobierno controla a los ciudadanos, sino los ciudadanos lo que hacen sus gobiernos. 


José María Cruz 


es periodista y consultor especializado en asuntos europeos.

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