viernes, 12 de abril de 2013

Capitalismo sin democracia.


"Porque de empezar de nuevo se trata, aunque con una urgencia mayor, por razones que tienen que ver con las condiciones de supervivencia digna de la humanidad y con procesos de descomposición cívica que no son difíciles de detectar en nuestra cultura contemporánea. El problema es que las certidumbres son menos y las fuerzas más dispersas. Se dispone, cierto es, de algunos activos, entre los que se han de incluir un conocimiento no despreciable de los procesos sociales, una capacidad para mirar con más limpieza el pasado y, si se quiere, de unos fracasos que al menos recuerdan como no intentarlo de nuevo.”
EL SOCIALISMO DESPUÉS DE TRES FRACASOS
Félix Ovejero Lucas
CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA nº 91. 1999

La hoja de ruta marcada por la dirección del Partido Socialista no parece adecuarse a la grave crisis social, económica, política y cultural que padecemos, llevamos padeciendo y cuya salida no se encuentra en un inmediato futuro.


Asistimos a un retroceso gigantesco en derechos que creíamos consolidados, pensábamos que la democracia nos protegía de los posibles ataques a ese conjunto de derechos, fruto de luchas y consensos, que nos dotaban del estatuto de ciudadanía, que articulaba, con sus inevitables tensiones, las grandes ideas ilustradas de la igualdad y la libertad, que disponía de un horizonte de mayor bienestar para el mayor número de personas.

Observamos cómo se cierran algunos caminos que nos resultan conocidos y nos daban una cierta seguridad, pero no es la hora de viejas verdades pensadas para un orden que ya no existe. Los cambios son de tal magnitud y aceleración que no podemos permanecer impasibles a la espera de que las cosas vuelvan a sitios ciertos y reconocibles.

Debemos ser capaces de vivir en la incertidumbre, en un mundo líquido frente a la solidez del pasado, en una sociedad fragmentada e individualizada, compleja e indefensa. Pero esa incertidumbre no puede ser abordada con el actual modelo de partido, ni tampoco diseñando tímidos mensajes que apuntan cambios para que nada cambie, de tal modo que nos hurtamos y hurtamos a la sociedad la profundidad de las patologías que hemos ido acumulando con el pasar de los años, hasta el punto de no resultar reconocibles para una ciudadanía más capaz e informada, la ciudadanía que debe ser la base social en la que se apoye cualquier proyecto progresista, con la que habrá que emprender la recomposición del paisaje después de la batalla.

Sin embargo, con todas las incertidumbres sabemos que caminamos a una especie de “capitalismo sin democracia”, un sistema que inhabilita a la izquierda para cualquier reforma, que deja a los más desfavorecidos desamparados, a los trabajadores aislados, a las mujeres sometidas, a los jóvenes sin presente, ni futuro, a los enfermos y a los mayores desprotegidos, a los inmigrantes estigmatizados, a las minorías excluidas. Es la senda que cambiará a los ciudadanos por súbditos, un retroceso de décadas hacia un “sálvese quien pueda” sobre el que no cabrá un mínimo vigor democrático, un escenario que requiere sindicatos debilitados, sociedad desarticulada y partidos progresistas domesticados.

Es una evidencia empírica que, fundamentalmente tras la II Guerra Mundial, los gobiernos socialistas europeos fueron capaces de dotar a sus sociedades de mayores cotas de igualdad y libertad. Sin embargo, también es una evidencia que, durante las tres últimas décadas, asistimos a una ofensiva conservadora mediante la que el Estado del Bienestar, asentado en la política y la intervención institucional, un espacio público reconocible y una base social consistente, ha ido siendo limado pacientemente, acompañando y estimulando los propios cambios que objetivamente han ido produciéndose.

Es pues el momento inaplazable de recuperar la política, sabedores de que su papel será más modesto que en el pasado y también que tendrá que estar más abierta al conocimiento de la complejidad y del cambio imprevisible.

La hoja de ruta de la izquierda, debe responder a los problemas inmediatos, sin descuidar la perspectiva de futuro, debe acompasar el proceso y el proyecto, lo que requiere la reconstrucción del espacio público, reconstrucción que sólo puede nutrirse de más democracia y más ciudadanía, mediante el que puedan definirse desde el presente, objetivos inmediatos capaces de atraer a quienes deben realizarlo, con la suficiente consistencia para evitar, en lo posible, comportamientos o funcionamientos incompatibles con el proyecto igualitario.

Y lo cierto es que ahora es, más que nunca, el tiempo de la política, de otra política, de la política como bien público que define donde quiere ir y cómo puede llegar. Pero, no hay proyecto igualitario posible sin reconocimiento de los errores cometidos, sin aprendizaje de las dificultades encontradas, u ocultando los problemas.

Tenemos problemas de democracia interna, deberíamos haber aprendido que los procesos democráticos se llevan mal con la lógica del mercado, la lógica del interés. Tenemos una idea minimalista de la democracia, aunque ni siquiera –frecuentemente- las formas son respetuosas con la misma, olvidamos que la lógica del interés se impone cuando este se oculta, laminando la crítica, la deliberación y las buenas razones. Y, tras esa lógica, crece el clientelismo como antesala de la corrupción. Debemos, siguiendo a Paolo Flores D’Arcais, “tomarnos la democracia en serio”. El partido debe ser una escuela de la democracia.

Tenemos problemas de base cívica, un proyecto igualitario no se puede sustentar sin una “red moral”, sin una base cooperativa, no es posible que el espacio público, construido con tanto esfuerzo, sobreviva sumando intereses individuales y olvidando una mínima conducta cívica, una cosa es no creer en un ingenuo y voluntarista altruismo y otra creer que todos nuestros genes son egoístas. El partido debe ser un espacio público, lugar de encuentro y cooperación, estimulo de lo mejor de cada uno de nosotros.

Urge afrontar estos problemas, urge poner en marcha mecanismos de apertura del partido, de participación ciudadana y de democracia avanzada. Urge, reconstruir el partido a través de primarias abiertas a la sociedad para las elecciones de los cargos públicos, desde las presidencias del Gobierno del Estado a las de las CCAA, de las alcaldías de determinadas poblaciones, a las próximas elecciones europeas, a las Cortes y a les Corts.

No existen razones poderosas para no hacerlo.



Por Fran Sanz, abogado y militante socialista.
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